Croacia 2013 (junto con Myriam)

Duración: 7 días  

Itinerario: Umago – Spalato – Parque Nacional del Krka – Lagos Plitviche – Kuterevo – Capo Kamenjak – Bale 
 

Período: septiembre  





A menudo me doy cuenta de que tiendo a descuidar, o más bien posponer, los destinos más cercanos. En parte puede ser un error, en parte una estrategia, tratando de enfrentar así los viajes más largos y desafiantes ahora que soy todavía relativamente joven. Durante años he oído hablar de Croacia, un fiel destino de verano para muchos amigos y colegas. Sin embargo, todo el mundo normalmente se concentra sólo en la costa, atraído por sus aguas cristalinas y sus precios muy asequibles. Al no ser un amante de las playas rocosas e incluso del agua helada, confieso que nunca me ha atraído particularmente la idea de unas vacaciones en estos territorios. Todo esto, sin embargo, antes de ver por casualidad, algunas imágenes de los Lagos de Plitviche, un espectacular parque nacional declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Así que, en 2013, Myriam y yo nos embarcamos en una nueva aventura en coche, con la idea no sólo de tomar el sol, sino también de explorar las ciudades y, sobre todo, las bellezas naturales de este país.



Umago es para nosotros el primer vistazo de Croacia, entendido como territorio, pero también como excelentes especialidades culinarias. A pesar de la enorme presencia turística, esta localidad vacacional resulta ser agradable para un corto paréntesis balneario. Digo «corta» porque por mi carácter al segundo día ya empiezo a sentir la necesidad de algo más estimulante. Al atardecer, sin embargo, tomar un cóctel mientras se admira el sol buceando en el agua detrás del horizonte es sin duda una experiencia que no hay que perderse.

Nos dirigimos directo a Spalato, custodio del invaluable Palacio de Diocleciano, otro Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. El elegante paseo marítimo, entre palmeras, puestos y un mar turqués, completan el intrigante escenario. Aquí también una presencia importante de turistas y sobre todo precios bastante altos nos obligan a no dormir en la ciudad continuando así nuestro itinerario.
 
Entramos en el interior deteniéndonos en el Parque Nacional del Krka, un complejo de fabulosas cascadas donde se puede nadar entre sus aguas regeneradoras. Sorprendidos por tanta belleza, ahora estamos ansiosos por averiguar lo que nos espera en la siguiente etapa que para nosotros representa el objetivo principal de este viaje. Los Lagos de Plitviche son todo lo que imaginaba y mucho, mucho más. Un conjunto de lagunas turquesas y verdes en cuyas aguas claras y transparentes proliferan una cantidad impresionante de peces. Altas cascadas y frondosos bosques rodean las aguas. Los pocos visitantes se dispersan a lo largo de pasarelas de madera perfectamente integradas en el paisaje, que aumentan su encanto y permiten sumergirse en la naturaleza a 360°. La ruta ofrece vistas encantadoras tanto desde arriba como desde abajo, superando puentes colgantes, bordeando terraplenes y cruzando completamente las diversas lagunas.



Mirando a nuestro alrededor y hablando con la gente que nos rodea, nos damos cuenta de que el sitio es extremadamente conocido en el Este de Europa y en América Latina. Los europeos, especialmente los italianos, están casi completamente ausentes. Es inexplicable cómo una tal maravilla no sea famosa en nuestro país.



Volviendo en dirección de la costa nos encontramos con los paisajes más desolados y fascinantes de este viaje. Ni siquiera cruzamos un vehículo por todo el trayecto. En medio de este plácido paraíso nos detenemos en Kuterevo, precisamente en un refugio para osos lejos de la civilización. El personal es joven y muy disponible. Admirar a estos animales de cerca es un privilegio sin precedentes. Me quedaría aquí para siempre, pero pronto va a ser oscuro y tenemos que irnos. La carretera desciende de las montañas y justo antes de sumergirse en el mar, se abre frente a nuestros ojos en una impresionante puesta de sol.



Todavía tenemos gana de playa y relax, pero nos gustaría un lugar menos turístico y más aislado que nuestra experiencia anterior. Capo Kamenjak es lo ideal. Una pequeña península no muy frecuentada donde se puede disfrutar del dulce no hacer nada y de un mar color del cristal, aunque helado.

En camino de regreso, nuestra última parada es Bale. Un pueblo medieval con una atmósfera bohemia que da las ganas de un pequeño escape de la realidad, refugiándose en sus callejones en busca de sí mismo, leyendo, escribiendo, en resumen, alejándose por un tiempo del mundo exterior.





Conclusión

El aspecto más fascinante de este viaje fue sin duda pasear entre aldeas remotas del interior y pequeños pueblos a lo largo de la costa, a menudo solos o de otro modo rodeados de muy pocos turistas. Por lo tanto, la sensación fue la de ser verdaderos exploradores inmersos en la quietud surrealista de una naturaleza salvaje y no contaminada.

La primera impresión del pueblo croata admito no fue particularmente positiva. Los camareros y vendedores no fueron amables en absoluto, parecían casi molestos por nuestra presencia. Sin embargo, más tarde me di cuenta de que los gestos y el tono de voz son en realidad parte de su forma de ser y, aunque pueda inducir en error, no se trata de actitudes hostiles, sino una especie de barrera de desconfianza. Si se logra romper el hielo entonces las cosas cambian radicalmente.

Croacia ha demostrado ser un destino seductor e inesperado, capaz de premiar a los más atrevidos, aquellos que se alejan de los itinerarios turísticos clásicos en busca de algo más auténtico y concreto.
Por lo tanto, mi consejo es identificar los lugares que absolutamente no quieren perderse, y luego dejarse llevar por el viento, deteniéndose donde sea, sin planear demasiado.







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